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¿HASTA DÓNDE PUEDE LLEVARTE EL ENOJO?

Las situaciones que nos sacan de las casillas, enfurecen o nos dejan fuera de control, no son buenos hilos conductores para poder defender lo que nos preocupa, enoja o desespera.

Si dejamos que salte nuestra llave térmica, posiblemente se disparen palabras que jamás deberíamos haber dicho, razonamientos descontrolados y epítetos cargados de vehemencia, enojo, desazón o furia.

Existe un refrán que bien nos invita a contar hasta diez antes de hablar enfurecidos, pero sin embargo muchas veces no logramos controlar ni la primera palabra que emitimos porque después que se dispara, llegan otras como la lava de un volcán.

En ocasiones, lo que nos enoja es insignificante, pero como venimos bastante acelerados y cargados de problemas, alcanza con un solo contratiempo para que se suceda un sinfín de situaciones que hubiéramos preferido evitar.

Aunque todo tiene un límite, en muchas oportunidades lo alcanzamos sin darnos cuenta, sin buscarlo o premeditarlo, simplemente porque nos encontramos superados, tapados de problemas y vemos las cosas mucho peor de lo que realmente son.

A propósito de esos enojos que nos llevan a despertar lentamente nuestra rabia, furia y los más bajos instintos, el fin de semana pasado vi la película argentina “Relatos salvajes” de Damián Szifron, en la que seis historias distintas muestran como desde el enojo, si dejamos fluir toda la furia que hay en nosotros, podemos llegar realmente a ser protagonistas del salvajismo que cualquier persona puede llevar dentro.

Esta película nos invita a pensar, reflexionar, meditar acerca de nuestra forma de manejar el enojo, a ver si no es mejor controlarse antes de desatar determinados mecanismos de expresión, porque toda acción tiene una reacción y en algunas oportunidades se puede disparar una espiral de violencia sin límite.

Un detalle que no debemos dejar de tener en cuenta es que frente a nuestro enojo, no tenemos claro cómo va a reaccionar la persona con la que nos estamos enfrentando, si está en sus cabales, si es capaz de controlar su ira, su furia. Aunque debo reconocer que cuando me vi expuesta a un robo reaccioné de la forma totalmente opuesta que transmito a mis hijos o seres queridos, y me dejé llevar por esa adrenalina irresistible que surge como mecanismo de defensa.

Igualmente, más allá que antes de que nos suceden determinados hechos no sabemos cómo vamos a reaccionar, podemos trabajar día a día para prever qué herramientas tomar frente a situaciones nada agradables que algunas veces nos toca enfrentar.

Es simple, la violencia siempre desencadena más violencia, es como cuando una pequeña bola de nieve comienza a deslizarse desde la montaña, al final se convierte en una avalancha.

Aunque “Bombita”, uno de los personajes de “Relatos salvajes”, es alguien con el que seguramente nos identificamos y solidarizamos con su indignación y enojo. Esta película nos hace recordar a “Un día de furia” de Joel Schumacher protagonizada por Michel Douglas, que llega perder la razón frente a un mundo en el que las injusticias y la violencia están a la orden del día.

Lo importante es poder cuestionarnos por qué los seres humanos llegamos a los niveles de violencia, de agresividad que se vive actualmente en la sociedad, por qué algunas situaciones parecen escapar de nuestro alcance de comprensión y resolución.

Quizás debamos ponernos una mano en el corazón y ver que en cierta medida todos somos responsables. Cuando consumimos determinados programas, permitimos determinadas situaciones, o no frenamos ese consumo descomunal al que nos vemos invitados día a día participar.

Quizás lo primero que debamos rever es ¿qué valores se han perdido? ¿cuántos quedan? ¿qué podemos cambiar o revertir? Si tenemos esperanza y fe en que es posible mejorar, cambiar, es un gran paso para corrernos de ese lugar que nos molesta o disgusta.

Somos responsables de cada uno de nuestros actos y acciones, ellas son las desencadenantes de la mayoría de las situaciones que hoy vivimos y nos desagradan, por eso pensemos muy bien antes de actuar, proceder o hablar.

Paralizarnos no es la solución, resignarnos a vivir en un mundo cargado de violencia tampoco. Lo mejor será cuestionarnos ¿por qué llegamos hasta este punto?, y si estamos dispuestos a seguir viendo violencia en el tránsito, en el fútbol, en las calles, el supermercado… o estamos cansados de estos tiempos violentos, de furia, de palabras fuertes, de malos tratos, de acoso, de intolerancia, es hora de decir basta y dar un pequeño paso para cambiar esta situación.

La violencia es prima hermana de la agresividad, cuyos orígenes Erich Fromm analiza en su libro el “Amor a la vida”, en el que explica que existen dos tipos de agresión: la biológicamente adoptada, que es la misma que existe en los animales, y la específicamente humana, la de la hostilidad, la viviente, la del odio a la vida, la de la necrofilia.

En el primer caso, Fromm explica que la reacción defensiva del hombre es más amplia, ya que el animal vive la amenaza presente, mientras que el hombre también representa el futuro. Asimismo, la reacción del hombre es mayor porque al hombre se le pueden sugerir cosas, y al animal no, entonces es susceptible a ver amenazada su vida o su libertad por intermedio de la sugerencia de alguien. Por otra parte, el hombre posee intereses vitales especiales, valores, ideales, instituciones con las que se identifica, por lo tanto es mucho mayor el número de posibilidades por las cuales se ve amenazado.

En referencia a la agresividad biológicamente adaptada, en la que el hombre defiende intereses vitales, Fromm sostiene que existen hombres cuya forma de defensa no es biológicamente adaptada, sino enraizada en su carácter. Un carácter proclive a la agresión es una de las manifestaciones del sadismo, que implica un hombre que intenta controlar en forma absoluta y total a otro ser.

Cada cual a su manera podrá hacer su aporte para disminuir la violencia, desde lo personal hasta lo colectivo, pero lo importante es tomar la iniciativa al cambio, a no quedarnos estáticos mirando como nos golpean los distintos tipos de violencia, sin comprometernos a nada.

Digamos no a la violencia, digamos no a quienes no merecen nuestra atención ni nuestro tiempo, ellos posiblemente entren en esta lista:

Quien haga uso de la palabra y la suba para ser escuchado, no merece nuestra atención.

Quien hostigue, maltrate, descalifique o agreda a alguien para lograr sus cometidos.

Quien utilice su jerarquía o su poder para hacernos callar, o lograr sus propósitos, sin permitirnos ser nosotros mismos.

Quien se valga de la fuerza, de la humillación, del ridículo, queriendo herir nuestra dignidad.

Quien nos discrimine por cualquier causa.

Quien nos desprecie.

Quien se crea superior por cualquier causa.

Quien nos hostigue con el silencio, la indiferencia.

Quien no nos respete como un semejante más en esta tierra.

Quien hable sin escuchar.

Quien siempre quiera tener la razón.

Quien crea que todo lo sabe.

Quien crea que todo lo puede.

Quien nos haga callar.

A todos y a cada uno de ellos digamos no, basta, es hora de que seamos respetados y tratados como semejantes, nos debemos un mínimo respeto y educación para poder vivir en sociedad en forma armónica.

Finalmente, no te dejes llevar por el enojo, pensaste ¿hasta dónde te puede llevar?... Es mejor calmarse antes de reaccionar bajo situaciones de presión, aunque es muy difícil vale la pena intentarlo.

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