TAL COMO SOS - JUST THE WAY YOU ARE
Es común decir o pensar te acepto tal cual sos, pero si nos detenemos a pensar suele ser una verdadera falacia, porque en el fondo cuando conocemos a alguien lo vemos del modo que deseamos o nos gustaría que fuera y, con el transcurso del tiempo, esa imagen inicial suele diferir con la que descubrimos.
Al principio las relaciones suelen funcionar de maravillas, todas son virtudes, alabanzas, que al tiempo se desvanecen al enfrentar nuestros deseos con la realidad. Y cuanto más difieren se incrementa el descontento que sentimos con esa persona que estamos conociendo.
¿Por qué no aceptamos a los demás tal cual son? En realidad cabría preguntarnos antes ¿por qué no nos aceptamos a nosotros mismos? Preguntas que se acoplan a una palabra que todos ansiamos o anhelamos: libertad ¿Hasta qué punto somos libres?, ¿por qué nuestros derechos se ven constantemente vulnerados?, ¿es qué acaso no logramos ponernos en el lugar del otro, trascender las relaciones de alteridad?
Generalmente, tendemos a colonizar al otro, en el afán de que se apruebe lo que pensamos, sostenemos o creemos, sin ver que el hombre del hombre necesita, que nos complementamos aún en las disidencias. Al respecto, José Saramago dice: “He aprendido a no convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización”.
Antes de contestar algunas de estas preguntas, lo primordial es analizar ¿por qué no nos aceptamos a nosotros mismos?, ¿por qué realmente conocemos muy poco de nuestro yo interno?, de esa búsqueda personal y esencial, porque tras correr, avanzar, aprender y crecer, olvidamos profundizar en esos lugares desconocidos o poco frecuentados por nosotros mismos. De allí ,que la búsqueda interior está íntimamente relacionada con ese ser espiritual que nos sustenta y del que poco sabemos, porque en él se mezclan emociones, sentimientos, recuerdos, valores que nos dibujan y nos permiten trascender en el tiempo.
Es frecuente que sin darnos cuenta nos encontremos moldeando a las personas que tenemos al lado, a nuestra imagen y semejanza, olvidando que cada persona en un ser único e irrepetible, con sus gustos, deseos, anhelos, virtudes y defectos. Quizás un buen punto de partida es decir que todos somos seres portadores de un alma que nos iguala como seres que habitamos un planeta y una galaxia, pero nos diferenciamos desde cada particularidad que nos caracteriza y distingue.
No estaría mal pensar que el alma es un concepto universal, que nos cobija bajo la luz de la tolerancia, hermanados todos bajo el mismo cielo en ese “Imagine” de John Lennon que siempre ha sonado utópico, pero tan lleno de esperanza y reconciliación, para que los seres humanos tengamos cabida en este mundo en paz y armonía.
En el fondo siento que todos queremos un mundo mejor, rescatar los valores que se han perdido, encontrar los que hagan falta, pero sin olvidar que con cada pequeño acto contribuimos a crear seres competitivos hasta la médula por un puesto de trabajo, por las calificaciones, por una meta… por lo que sea, la sociedad premia al “mejor alumno, al mejor trabajador, al que hace mejor las cosas”.
Pero les pregunto si cuando educamos a un hijo, sin darnos cuenta ¿le inculcamos esta competitividad desmedida?, cuando en realidad lo que debiéramos ver no son las calificaciones o logros, sino que sean personas honestas, sinceras, tolerantes, dignas y coherentes con sus creencias y valores para poder hacer lo que deseen en la vida.
Algunas veces cuando se cuestiona ¿cómo fuimos educados, cómo vivimos nuestra niñez y adolescencia?, me olvido de todo y me traslado aquellos años que recuerdo con todo cariño, porque siento que aquellas etapas son el puntapié inicial de nuestras vidas, y no puedo más que trasladarme a risas, a tardes de sol, a noches en rueda de amigos cantando muy fuerte al son de una guitarra y alegría.
No creo que las imágenes difieran al recordar la niñez o la infancia, y si las comparo con la de mis hijos que son de otra época, con mayor amplitud de ideas, de tolerancia y aceptación, sin embargo, veo que en cualquier época se rescatan valores, sentimientos y afectos que nos marcan, algunas veces mejores y otras peores, pero dependiendo también de lo que cada uno transita.
El tiempo no se detiene, alberga todos los sentimientos, estados de ánimo y personas, no sabe de pausas, más bien de prisas. Los hubo mejores, peores, pero este es el nuestro. Por lo tanto, es imprescindible ver ¿dónde estamos parados?, rescatemos lo mejor de cada uno de nosotros, de los más jóvenes, de los mediana edad y de los más grandes, de todos tenemos para aprender y compartir.
Tomar lo mejor de cada uno nos posibilita pararnos con ilusión, con esperanza de cara al futuro, basándonos en lo positivo que nos hace brillar, para dejar atrás lo malo, lo negativo, superando obstáculos, dificultades, codo a codo todos unidos, no enfrentados. El enfrentarse es parte de la vida, del lograr sobrevivir, pero hagámoslo con consciencia, con responsabilidad, en una búsqueda por respetar la libertad de la persona que tengo a mi lado, sin pensar que de este modo es vetada la mía, por el contrario si todos podemos ejercer nuestros derechos la convivencia es más cordial.
Amartya Sen, premio nobel en Economía por sus contribuciones a la investigación en el bienestar económico, hace hincapié en la libertad que deben tener las personas para realizarse, teniendo en cuenta la calidad de vida, nivel de vida, el bienestar y el desarrollo humano. Para él la concepción de equidad es un tema fundamental, y se puede lograr si se pone acento en los medios para alcanzar los fines. Critica fuertemente al enfoque utilitario porque mira resultados, pero no están presentes las libertades.
Una de las claves para que haya tolerancia y libertad entre las personas, es que nos dejemos despertar o sorprender por el amor, porque cuando esta palabra entra en nuestras vidas desde sus diferentes acepciones logra transformarnos en mejor personas, con un corazón abierto a sentir y a dar todo lo que sea necesario, sin fronteras, sin límites, salvo las que estemos dispuestos a poner.
Ojalá nunca se borre o desdibuje la utopía de nuestras cabezas, porque será una señal de que aún tenemos sueños por alcanzar y cosas por mejorar. La vida es continuo devenir, movimiento y cambio, es correr detrás de las utopías, porque estamos vivos, porque vale la pena luchar por lo que creemos necesario, sin olvidar nuestra espiritualidad que es tan importante como beber agua o comer. Mantener nuestro espíritu sano, libre y fortalecido nos hará llegar tan lejos como sea necesario, sólo será cuestión de lo convencidos que estemos para alcanzarlo.
Al principio las relaciones suelen funcionar de maravillas, todas son virtudes, alabanzas, que al tiempo se desvanecen al enfrentar nuestros deseos con la realidad. Y cuanto más difieren se incrementa el descontento que sentimos con esa persona que estamos conociendo.
¿Por qué no aceptamos a los demás tal cual son? En realidad cabría preguntarnos antes ¿por qué no nos aceptamos a nosotros mismos? Preguntas que se acoplan a una palabra que todos ansiamos o anhelamos: libertad ¿Hasta qué punto somos libres?, ¿por qué nuestros derechos se ven constantemente vulnerados?, ¿es qué acaso no logramos ponernos en el lugar del otro, trascender las relaciones de alteridad?
Generalmente, tendemos a colonizar al otro, en el afán de que se apruebe lo que pensamos, sostenemos o creemos, sin ver que el hombre del hombre necesita, que nos complementamos aún en las disidencias. Al respecto, José Saramago dice: “He aprendido a no convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización”.
Antes de contestar algunas de estas preguntas, lo primordial es analizar ¿por qué no nos aceptamos a nosotros mismos?, ¿por qué realmente conocemos muy poco de nuestro yo interno?, de esa búsqueda personal y esencial, porque tras correr, avanzar, aprender y crecer, olvidamos profundizar en esos lugares desconocidos o poco frecuentados por nosotros mismos. De allí ,que la búsqueda interior está íntimamente relacionada con ese ser espiritual que nos sustenta y del que poco sabemos, porque en él se mezclan emociones, sentimientos, recuerdos, valores que nos dibujan y nos permiten trascender en el tiempo.
Es frecuente que sin darnos cuenta nos encontremos moldeando a las personas que tenemos al lado, a nuestra imagen y semejanza, olvidando que cada persona en un ser único e irrepetible, con sus gustos, deseos, anhelos, virtudes y defectos. Quizás un buen punto de partida es decir que todos somos seres portadores de un alma que nos iguala como seres que habitamos un planeta y una galaxia, pero nos diferenciamos desde cada particularidad que nos caracteriza y distingue.
No estaría mal pensar que el alma es un concepto universal, que nos cobija bajo la luz de la tolerancia, hermanados todos bajo el mismo cielo en ese “Imagine” de John Lennon que siempre ha sonado utópico, pero tan lleno de esperanza y reconciliación, para que los seres humanos tengamos cabida en este mundo en paz y armonía.
En el fondo siento que todos queremos un mundo mejor, rescatar los valores que se han perdido, encontrar los que hagan falta, pero sin olvidar que con cada pequeño acto contribuimos a crear seres competitivos hasta la médula por un puesto de trabajo, por las calificaciones, por una meta… por lo que sea, la sociedad premia al “mejor alumno, al mejor trabajador, al que hace mejor las cosas”.
Pero les pregunto si cuando educamos a un hijo, sin darnos cuenta ¿le inculcamos esta competitividad desmedida?, cuando en realidad lo que debiéramos ver no son las calificaciones o logros, sino que sean personas honestas, sinceras, tolerantes, dignas y coherentes con sus creencias y valores para poder hacer lo que deseen en la vida.
Algunas veces cuando se cuestiona ¿cómo fuimos educados, cómo vivimos nuestra niñez y adolescencia?, me olvido de todo y me traslado aquellos años que recuerdo con todo cariño, porque siento que aquellas etapas son el puntapié inicial de nuestras vidas, y no puedo más que trasladarme a risas, a tardes de sol, a noches en rueda de amigos cantando muy fuerte al son de una guitarra y alegría.
No creo que las imágenes difieran al recordar la niñez o la infancia, y si las comparo con la de mis hijos que son de otra época, con mayor amplitud de ideas, de tolerancia y aceptación, sin embargo, veo que en cualquier época se rescatan valores, sentimientos y afectos que nos marcan, algunas veces mejores y otras peores, pero dependiendo también de lo que cada uno transita.
El tiempo no se detiene, alberga todos los sentimientos, estados de ánimo y personas, no sabe de pausas, más bien de prisas. Los hubo mejores, peores, pero este es el nuestro. Por lo tanto, es imprescindible ver ¿dónde estamos parados?, rescatemos lo mejor de cada uno de nosotros, de los más jóvenes, de los mediana edad y de los más grandes, de todos tenemos para aprender y compartir.
Tomar lo mejor de cada uno nos posibilita pararnos con ilusión, con esperanza de cara al futuro, basándonos en lo positivo que nos hace brillar, para dejar atrás lo malo, lo negativo, superando obstáculos, dificultades, codo a codo todos unidos, no enfrentados. El enfrentarse es parte de la vida, del lograr sobrevivir, pero hagámoslo con consciencia, con responsabilidad, en una búsqueda por respetar la libertad de la persona que tengo a mi lado, sin pensar que de este modo es vetada la mía, por el contrario si todos podemos ejercer nuestros derechos la convivencia es más cordial.
Amartya Sen, premio nobel en Economía por sus contribuciones a la investigación en el bienestar económico, hace hincapié en la libertad que deben tener las personas para realizarse, teniendo en cuenta la calidad de vida, nivel de vida, el bienestar y el desarrollo humano. Para él la concepción de equidad es un tema fundamental, y se puede lograr si se pone acento en los medios para alcanzar los fines. Critica fuertemente al enfoque utilitario porque mira resultados, pero no están presentes las libertades.
Una de las claves para que haya tolerancia y libertad entre las personas, es que nos dejemos despertar o sorprender por el amor, porque cuando esta palabra entra en nuestras vidas desde sus diferentes acepciones logra transformarnos en mejor personas, con un corazón abierto a sentir y a dar todo lo que sea necesario, sin fronteras, sin límites, salvo las que estemos dispuestos a poner.
Ojalá nunca se borre o desdibuje la utopía de nuestras cabezas, porque será una señal de que aún tenemos sueños por alcanzar y cosas por mejorar. La vida es continuo devenir, movimiento y cambio, es correr detrás de las utopías, porque estamos vivos, porque vale la pena luchar por lo que creemos necesario, sin olvidar nuestra espiritualidad que es tan importante como beber agua o comer. Mantener nuestro espíritu sano, libre y fortalecido nos hará llegar tan lejos como sea necesario, sólo será cuestión de lo convencidos que estemos para alcanzarlo.
Finalmente, sería maravilloso que te aceptara tal cual sos, y vos a mí, desde esa perspectiva cambiaría muchísimo todo, sería un gran paso para ponerme en tu lugar, en el del vecino, amigo o compañero, sin juzgar o señalar, simplemente aceptando que para que seamos iguales y se respeten nuestros derechos, debemos aceptar a todas las personas más allá de que difieran con lo que pensamos o sentimos. Quizás el primer paso sea aprender a escuchar antes de emitir una palabra y apelar al proverbio árabe que dice: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas”.
Andrea Calvete
Andrea Calvete