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LOS DIOSES DEL OLIMPO DEL SIGLO XXI

Aquella mitología griega que coronó doce dioses en la cima del Monte Olimpo, y los humanizó, es la que da vida a los mitos y deja plasmada la cosmovisión de un pueblo, su cultura y comunidad. Sin embargo, algunos cambios se han producido en este nuevo milenio basado en el prefijo “híper” que antecede a todas las palabras, para que todo sea a lo grande.

Se preguntarán ¿cuán grande puede ser lo que anhelamos o buscamos?, evidentemente, la respuesta dependerá de cada uno, del enfoque que esté dispuesto a darle a su vida, de establecer con claridad ¿cuáles son las prioridades en este camino? ¿Qué es lo que estamos dispuestos a sacrificar y qué no? ¿Es que acaso todo tiene un precio?

En tal sentido, remitiéndome a la última pregunta, cabría presentar a Zeus como un alto ejecutivo colmado de actividades, también denominado Dios Mercado. Si bien continúa en la cima del monte, se podría decir que es quien da rienda suelta a los hirpermercados, hiperexcesos, hiperconsumo… y todos los híper que se les ocurra.

El siglo XXI consumista con mayúsculas, deja pocas esperanzas a quienes intentan buscar tras los velos de la espiritualidad o del alma, porque con su mano poderosa e impasible mueve sutilmente los hilos de las marionetas humanas, manejadas con gran habilidad y destreza para que consumamos más y más.

Hera, la diosa reina de los dioses y diosa del matrimonio y la familia, ve su puesto en peligro dado que las relaciones humanas parecen estar en cortocircuito, y cada vez son más las familias que se destruyen como consecuencia del sistema en que vivimos, que apuesta a dejar de lado los verdaderos valores humanos.

Poseidón, señor de los mares, los terremotos y los caballos, parece andar bastante enfurecido, los desastres climáticos ocasionados por el hombre y su falta de responsabilidad lo sacan de sus casillas frecuentemente, y desastres de todo tipo son titulares en los principales medios de comunicación.

El dios del vino, las celebraciones y el éxtasis, Dionisio, parece estar bastante ocupado, su hiperagenda está colmada de compromisos, actividades, donde los excesos se estimulan en forma continua. Drogas de todo tipo intentan anestesiar los problemas, para satisfacer el hedonismo reinante, y hallar más víctimas atrapadas en su consumo.

Apolo, dios de la luz, el sol, el conocimiento, la música, la poesía, la profecía y el tiro con arco, está casi extenuado no deja de descubrir nuevos avances, notas, poemas y profetas desquiciados, que corren en días donde los minutos ya no equivalen a sesenta segundos, sino al doble o al triple, de allí que tanta gente estresada, mal de los nervios, corra sin parar. No obstante, para bajar las revoluciones se sienta a tocar la lira.

Sin embargo, Artemisa, diosa virgen de la caza, la virginidad, el parto, el tiro con arco y todos los animales, anda desorientada, no entiende demasiado ¿por qué cada vez más las familias disminuyen el número de hijos, la virginidad se pierde muy temprano? Ya no sabe a quién apuntar con su flecha para conseguir adeptos.

Hermes, mensajero de los dioses; dios del comercio y los ladrones, ante tanta corrupción no da abasto para cumplir órdenes pedidos y complacer los refinados gustos de sus clientes. Tiene que enfrentar grandes complots, estafas, pero el poder deja entrever lo peor de cada uno de ellos en una despiadada obra de arte que plantea al desnudo una realidad compleja.

Atenea, virgen diosa de la sabiduría, la artesanía, la defensa y la guerra estratégica, no sabe bien qué hacer, si dejar fluir toda su sabiduría y arte para compartir lo más bello de la vida, o atender los pedidos para defender a los pueblos para que se armen hasta los dientes y demostrar que cuanto más armado, más respaldo tiene. Casi por enloquecer, su vida se ha tornado una compleja contradicción.

Ares, dios de la guerra, la violencia y el derramamiento de sangre, está en su salsa, no deja de aprovechar las oportunidades para denotar sus destrezas, y atormenta a Atenea en busca de la carrera armamentista tan importante y valorada en esta época.

Afrodita, diosa del amor, la belleza y el deseo, continúa flechando corazones, rescatando almas, mostrando la belleza de un cielo estrellado, de un amanecer, o de un día de lluvia. Si bien se enfrenta a muchos problemas por el desamor instalado en muchos corazones, sabe que el amor es más fuerte que cualquier impedimento, sólo es cuestión de darle cabida.

Hefestos, maestro herrero y artesano de los dioses; dios del fuego y la forja, sabe que el fuego se ha expandido enardeciendo los corazones cargados de orgullo, vanidad, necesidades y, en definitiva, de un inmenso egoísmo. Entonces en una lucha incansable intenta revertir la situación para que ese fuego se instale para colaborar con Afrodita a iluminar las almas.

Deméter, diosa de la fertilidad, la agricultura, la naturaleza y las estaciones del año, consulta al psicoanalista con frecuencia, le dice que no entiende ¿por qué han cambiado las estaciones?, ¿Por qué son más frecuentes los desastres climáticos? Ella así no puede trabajar y dar paso a la fertilidad en el planeta Tierra, siente que no se está respetando a la naturaleza y, en definitiva, a los derechos elementales de los individuos, que son vivir con dignidad y plenitud.

Luego de varios Consejos de Dioses, han decido no atender más llamados ni mensajes, porque no pueden abarcar todos los reclamos o problemas, y cuando los usuarios se unen a las líneas escuchan: “momentáneamente el sistema está fuera de servicio, aguarde que a la brevedad será reparado”, y así salen rápidamente por la tangente.

Y les pregunto, ¿cuántas veces desbordados, salimos por la tangente, por la primera puerta que está a nuestro alcance? Sinceramente, siento que lo hacemos por múltiples razones: cobardía, cansancio, egoísmo, miedo… y podría continuar enumerando, pero cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. La mejor respuesta está en uno mismo, aunque muchos problemas trascienden al ser individual y requieren respuestas bastante más complejas.

A pesar de las cercas electrificadas, las cámaras de seguridad, y los operativos dispuestos, no faltan quienes llegan en forma clandestina al Monte Olimpo, en busca de ventajas y beneficios propios, cegados por sus pasiones e intereses, dispuestos como Fausto a vender su alma al diablo.

Los 12 dioses del Olimpo ahora han cambiado su nombre y se los conoce como el G-12, desde allí pretenden dominar al mundo, tener todo bajo control. Y como es de esperar todos tienen su iPad y están siempre comunicados. No obstante, se advierte una gran paradoja en la sociedad, ya que en la era de las comunicaciones el hombre sufre grandes problemas de comunicación con los demás y consigo mismo.

Finalmente, historia, mitología y siglos mediante, no esperemos a que las soluciones vengan del Olimpo o lluevan del cielo, están en nuestras manos, en nuestro compromiso, ética y trabajo tan necesario. Y parafraseando a Don Mario Benedetti “en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”.

A continuación comparto un acróstico con los Dioses del Olimpo:

Desolación en un mundo teñido por la malicia
Impunidad que se ríe, avanza y se desquicia
Opulencia desmedida que a todo le da cabida
Sabiduría que extingue la llama de la avaricia
Exposición permanente en un mundo de injusticia
Sordos ante los pedidos de gente por más justicia

Deseos que vuelan tras una larga utopía
Esperanza que se enciende al comenzar cada día
Libertad corre angustiada por alcanzar una cima
Oposición permanente en cada paso del día
Lluvia lenta que desgasta la piedra y la semilla
Inequidad que espeluzna cuando el hambre se desquita
Misterios no develados siguen abriendo la herida
Posibilidades ocultas esperan tener cabida
Omnipotencia que enferma al hombre que la codicia

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