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ESTRASBURGO Y SU ESPÍRITU NAVIDEÑO

Hoy quisiera rescatar el espíritu de la Navidad, que en algunos lugares se vive como una verdadera fiesta. Es el caso de Estrasburgo, la capital de la Navidad europea.

Navidad es sinónimo de nacimiento, y si bien es una festividad de origen cristiano en la que se conmemora el nacimiento de Jesús en Belén, en diferentes lugares del mundo se celebra más allá del significado religioso. Un mes en el que se comparten costumbres, rituales y tradiciones adquiridas a lo largo de la historia de la humanidad.

Estrasburgo es una ciudad situada al norte de Francia, en la llanura de Alsacia, declarada patrimonio de la humanidad. Al finalizar la segunda guerra mundial, luego de tres siglos de disputas entre alemanes y franceses, se dio la reconciliación que permitió elegirla como sede del Consejo de Europa.

El 24 de noviembre, casi a un mes de celebrarse la Navidad, comienza la fiesta en las calles de Estrasburgo que se colman de luces y adornos navideños para recibir a personas de diferentes partes del mundo que llegan para dejarse sorprender por el espíritu de la Navidad.

A orillas del Rin y sus afluentes Estrasburgo refleja en sus aguas la tranquilidad y belleza de antiguas casas que parecen haberse quedado perdidas en el tiempo, donde sus puentes unen diferentes partes de la isla que se viste festiva para abrir sus puertas a un increíble mercado de la Navidad.

Al inaugurarse el Mercado de la Navidad o Mercado de Noel - Marché de Noel- se corta el tránsito en el casco histórico de la ciudad y la gente camina por las calles, se abren los puestos navideños para dar comienzo a la celebración, no importa el frío o la lluvia, porque un vino caliente -vin chaud- o chocolate caliente acompañados de diferentes crepes, hacen entrar en calor aún a muy bajas temperaturas. También se degustan comidas típicas que dan al lugar un encanto muy especial.

Artesanías delicadamente talladas y pintadas engalanan los puestos de madera abiertos alrededor de las principales plazas, iluminados de diferentes colores da la sensación de estar en un lugar mágico. Asimismo, diferentes centros culturales reciben a todos quienes estén dispuestos a dejarse sorprender por historia, mitos y cultura.

Uno de los árboles de Navidad más bonitos es el que se levanta en la plaza Kleber, no sólo el árbol es decorado sino que los edificios y los árboles que rodean la plaza se iluminan de diferentes colores. Tanto en el mercado de la Petite France como en la plaza Gutemberg hay enormes buzones decorados en los que los niños pueden dejar sus cartas a Papá Noel.

En esta festividad, el árbol es un gran protagonista, que junto con el pesebre conforman parte de la celebración. Tiene sus orígenes en la antigua creencia germana de que un árbol gigantesco sostenía al mundo y de sus ramas pendían las estrellas, la luna y el sol, de aquí la tradición de poner luces a los árboles.

Si bien alrededor de la Navidad existen como en cualquier celebración intereses económicos, me gustaría destacar la actitud de la  gente en las  las calles que se une a festejar con respeto y tolerancia, para vibrar en una misma frecuencia festiva. Allí no quedan reñidos el espíritu con la materia, ya que se abren para nutrirse el uno del otro, para disfrutar y revivir las costumbres y legados que se repiten año a año. Quienes llegan a Estrasburgo durante estas fechas se contagian de un espíritu festivo y de algarabía como pocas veces visto. Los cánticos en las calles son frecuentes y congregan a muchísimas personas para trasmitir un sentimiento de fraternidad y paz.

Quizás en nuestras latitudes celebremos la Navidad de una manera diferente. No interesa cómo, lo importante es poder celebrar de alguna forma la vida con espíritu entusiasta, ya que siempre hay alguna razón por la que estar agradecidos.

Andrea Calvete


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