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SER Y NO SER

¿Se puede ser y no ser? ¿Estar y no estar? ¿Querer y no querer? ¿Buscar y no buscar?... Generalmente todo lo que somos se compone de lo que no fuimos y quisimos ser, de lo que buscamos y no encontramos, porque no pudimos o simplemente porque dejamos de buscar. Esa dualidad es parte de la esencia misma de las personas.

Ser luz y sombra, ser calor y frío, ser niebla y claridad, ser espina y rosa, ser lo que queremos y lo que no también, porque para ser es necesario aceptarnos, con lo bueno y lo malo, con los claros y oscuros, con nuestros defectos y virtudes, pero no hacernos trampa al solitario.

Al ser y no ser atravesamos umbrales en los que trascendemos planos, y escalamos el espiral de nuestra propia existencia. Y navegamos con viento a favor, y algunas veces con él contra. Caminamos en subidas empinadas, en bajadas vertiginosas y planos chatos que parecen aquietar nuestra marcha.

El umbral del dolor es un punto en el que cada uno reacciona según puede o quiere, y también de acuerdo al momento que vive. Algunas veces nos hallamos a una altura del camino en la que ya hemos trascendido ciertas situaciones, en la que podemos dar el justo valor a lo que nos sucede y entonces se hace menos costoso atravesar éste umbral. Sin embargo, más allá de la posición en que nos encontremos requiere fortaleza y valentía el poder continuar el camino. Dice un viejo proverbio: “ El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”.

El umbral de la alegría parece un lugar del que no nos quisiéramos ir nunca, sin embargo la mayoría de las veces no comprendemos que podríamos transitar por él más seguido, sólo depende de nuestra actitud de vida y no tanto de las cosas que nos suceden.

El umbral del amor hay gente que se resiste a pasar por aquí por miedo, porque no quiere sentir, porque no quiere perder lo que puede llegar a experimentar, porque en definitiva sabe que el amor requiere entrega, pasión, esfuerzo y paciencia. Al atravesar este umbral nos nutrimos de una energía vital importantísima para dar cada paso en la vida, el amor a través de sus diferentes manifestaciones en un potente antídoto para continuar con alegría.

Existen tantos umbrales como sentimientos y emociones podamos experimentar en las que pasamos de lo mejor a lo peor, de lo intermedio a lo más grande, del pozo al umbral, de la oscuridad o lo claro. Así vamos entre luces y sombras buscando encaminar nuestros días en la danza perpetua del devenir que no se detiene y si nos descuidamos no nos espera.

En definitiva somos esa pluralidad de opciones que nos definen y alcanzan en la medida que tallan nuestro ser, algunas veces confuso, distante, solapado, cerrado, otras afable, accesible y abierto, quieto e inquieto. Ser y no ser una posibilidad en ese abanico inmenso y plural en el misterio de la vida.
Andrea Calvete

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