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METAMORFOSIS

El tiempo todo lo transforma, lo moldea, lo cincela con delicada paciencia, lo esculpe con esmero de modo que las aristas comienzan a limarse, el lente proyecta otra imagen muy distinta y el corazón late a otro ritmo. ¿Algo o todo ha cambiado?

Nada se detiene, quizás la quietud venga de la mano del dolor y de asimilar lo que tenemos que asumir y se nos hace muy costoso. Las partidas, los finales, los desengaños y las pérdidas son algunas de esas piedras que obstaculizan el paso, que nos retienen como prisioneros en sus garras desbastadoras.

Los mismos recuerdos suelen teñirse de diferentes colores y aromas. Con el correr de tiempo, el dolor se transforma, se atenúa a la sombra de pequeños pasos de aceptación amortiguados con paciencia, esmero y trabajo, nada se logra sin esfuerzo y perseverancia. Las alegrías persisten y también se diluyen en ese abanico de sensaciones y sentimientos que emergen cada día. El silencio suele ser un tibio regazo para que los pensamientos se aquieten con la tenue luz de la búsqueda permanente por equilibrar la balanza.

¿Qué ha cambiado?, probablemente todo, pues el devenir hace que nada permanezca estático. Para que el agua no se estanque y se pudra hay que dejarla fluir, del mismo modo cada experiencia enriquece nuestros conocimientos y fortalece nuestro paso. Quizás iluminados por el tiempo transitemos más erguidos y con menos peso en la espalda.

Cuando menos lo pensamos somos testigos de la metamorfosis de nuestra propia existencia, en la que día a día nos paramos ante un nuevo enigma, o un inesperado desafío en el que dejamos lo que fuimos, nos paramos ante lo somos de cara a lo que seremos.

Andrea Calvete



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