DONDE EL MAÑANA TIEMBLA Y LA UTOPÍA PERSISTE

Algunas veces, cuando el mundo gira demasiado rápido o simplemente se detiene en el absurdo, levanto la mirada y me lleno de preguntas. Preguntas como piedras que no encajan en ningún río, que se estancan en la garganta, que duelen en la piel y no hallan abrigo. Respiro hondo. Intento domesticar el desasosiego. Pero no hay paz posible cuando la razón tropieza con la locura de los que mandan. Estamos en manos de unos pocos que juegan con el destino como si fuera un tablero de guerra. Tiran misiles, multiplican armas, diseñan la muerte en laboratorios que no conocen el rostro del hambre. Y uno se pregunta, en silencio o a gritos: ¿Mañana me despertaré? ¿O ya no habrá un mañana al que despertar? Los bosques se agotan, los ríos se intoxican, los aires se llenan de hollín. Y sin embargo el mundo sigue rodando, como si el abismo no estuviera delante. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más necesita romperse para que despertemos? ¿Todavía hay algo que salvar o ya caminamos sobre las ruin...