EL CALOR DE LA AMABILIDAD
La amabilidad una milenaria palabra que tiene el don de despertar sentimientos poco frecuentes pero necesarios como son: la gratitud, la calidez y la calma. Estamos parados al borde de un abismo, para no caernos es imprescindible que nos tomemos de una mano que nos sostenga y nos ayude a mantenernos sin resbalar por ese inmenso precipicio.
Dice un viejo proverbio que japonés que “una palabra amable puede calentar tres meses de invierno”. Este bello refrán es esperanzador, nos lleva a encontrar en la palabra la luz, la esperanza, la posibilidad de hallar un camino. A esta altura, creo que el camino nadie lo tiene muy claro, continuamos esquivando obstáculos y enfrentándonos al día a día. Algo no menor el aprender a vivir el día a día, a saborearlo como una humeante taza de café o un amanecer lleno de paz.
Al calor de la amabilidad surge la colaboración, la solidaridad y la empatía. En nuestro cerebro se produce una gran sinapsis, y nuestro organismo comienza a vibrar en una sintonía diferente, y percibimos el mundo desde otra perspectiva. Se abre la ventana en la que los posibles afloran, el entendimiento tiene lugar, el diálogo se establece, y las aguas parecen asentarse. El agradecimiento se dibuja en nuestro rostro, y mejora la energía vital.
Si nos remontamos a sus orígenes quizás nos vayamos a noche de los tiempos, sin embargo, es un hábito que hemos aprendido de nuestros padres, abuelos, o seres queridos que han tenido la capacidad de abrir su corazón para entibiar con sus palabras nuestro crecimiento e iluminarnos con una sonrisa el alma. Nos han abrazado cuando hemos caído, nos han sostenido para hacernos más grato el camino y nos han señalado del error para no volver a equivocarnos. Y siempre lo han hecho desde el amor que nos ha unido a ellos. Cuando el amor se hace presente la amabilidad surge sin excusas.
Estar enamorado de la vida implica: no dejar de sorprendernos con cada día, con cada acontecimiento, estar dispuestos a vibrar en nuestra mejor sintonía y a ser capaces de brindar una palabra de amabilidad para quien la necesita. Porque que “una palabra amable puede calentar tres meses de invierno”, e iluminar los días para alguien que se encuentra en tinieblas.
Andrea Calvete
Al calor de la amabilidad surge la colaboración, la solidaridad y la empatía. En nuestro cerebro se produce una gran sinapsis, y nuestro organismo comienza a vibrar en una sintonía diferente, y percibimos el mundo desde otra perspectiva. Se abre la ventana en la que los posibles afloran, el entendimiento tiene lugar, el diálogo se establece, y las aguas parecen asentarse. El agradecimiento se dibuja en nuestro rostro, y mejora la energía vital.
Si nos remontamos a sus orígenes quizás nos vayamos a noche de los tiempos, sin embargo, es un hábito que hemos aprendido de nuestros padres, abuelos, o seres queridos que han tenido la capacidad de abrir su corazón para entibiar con sus palabras nuestro crecimiento e iluminarnos con una sonrisa el alma. Nos han abrazado cuando hemos caído, nos han sostenido para hacernos más grato el camino y nos han señalado del error para no volver a equivocarnos. Y siempre lo han hecho desde el amor que nos ha unido a ellos. Cuando el amor se hace presente la amabilidad surge sin excusas.
Estar enamorado de la vida implica: no dejar de sorprendernos con cada día, con cada acontecimiento, estar dispuestos a vibrar en nuestra mejor sintonía y a ser capaces de brindar una palabra de amabilidad para quien la necesita. Porque que “una palabra amable puede calentar tres meses de invierno”, e iluminar los días para alguien que se encuentra en tinieblas.
Andrea Calvete