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DE SUEÑO LIVIANO

Una noche, mientras la felicidad cantaba a la luz de la luna sus proezas, la envidia dormitaba con un ojo medio abierto. El mar dejaba escuchar su sonido envolvente, mientras las estrellas brillaban emocionadas por la fiesta a la que habían sido invitados todos los sentidos. No en vano, existe un viejo proverbio que dice: “Nunca grites tu felicidad muy alto, la envidia tiene el sueño liviano”

La envidia, siempre ha tenido el sueño muy liviano, sin embargo, a esta particular característica debemos agregar que esta noche se levantó de un especial mal humor al escuchar que había alguien que lo estaba pasando muy bien junto a sus seres queridos. De inmediato, su rostro se llenó de cólera, sus ojos brillaron con odio, y su sudor supo agrio. Poseída se puso en pie y lanzó un conjuro a los cuatro vientos.

La felicidad ajena al conjuro y al malestar de la envidia continuó toda la noche, bailando y danzando a buen ritmo, hasta que el sol comenzó a elevarse muy lentamente, entonces ya exhausta se dispuso a descansar. Ella y todos los invitados durmieron plácidos el día entero, era domingo, retomarían el lunes sus tareas con vigor y energía.

La envidia suele esconderse tras la cara de una dulce niña, sonríe complaciente, se esmera por agradar, salta como si estuviera radiante, mientras esconde sus colmillos afilados, y sus pensamientos cargados de ruindad y desdicha. Tiene falta de códigos, de barreras, y promueve la discordia y la mediocridad.

Aquel lunes no fue un día cualquiera, fue un lunes negro, un día en el que todos amanecieron enfermos, tosiendo, con las vías respiratorias casi cerradas. Los hospitales comenzaron a desbordarse, y la gente semana a semana se fue contagiando. El virus se expandió rápidamente por la faz de la tierra, y no quedó más remedio que andar de tapabocas para no contagiarse.

La envidia nunca dijo exactamente cuál había sido su conjuro, pero lo cierto que los científicos desde entonces no han parado de estudiar para encontrar la vacuna contra la envidia, un virus muy antiguo pero que ha llegado a todo el Planeta. Están cerca de encontrar el antídoto, dicen por allí que el amor puede ser la pócima que salve a la Humanidad.

Andrea Calvete



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