LEER ENTRE LÍNEAS
Leer entre líneas es tener un don especial, es poder ver donde los ojos no llegan, donde las palabras no son suficientes, o donde las sombras no refrescan. Es trascender lo que se ve a simple vista para ahondar en lo que parece ser imperceptible.
El maravilloso mundo de las palabras pone en nosotros de manifiesto, significados, expresiones, emociones y sentimientos de modo que se convierten en importantes herramientas de comunicación.
Desde pequeños aún cuando desconocemos el lenguaje oral o escrito, nos comunicamos a través de los gestos, las miradas, el tono de voz, para ser partícipes de ese diálogo permanente con nuestros semejantes.
Así sin darnos cuenta comenzamos a leer entre líneas, a descubrir detrás de cada gesto, de cada palabra, de cada mirada o de cada suspiro un significado o un cometido.
Leer entre líneas trae aparejado descubrir metáforas, o sumergirse en la mirada humedecida de quien calla, o en el semblante del que sufre, o en la risa luminosa del que agradece. De esta forma los mensajes parecen advertirse por arte de magia.
A largo de la vida este don de leer entre líneas se va acrecentando en la medida que dejamos atrás obstáculos, prejuicios, impedimentos, es decir todo aquello que de alguna manera nos ata o condiciona. Quizás, por eso los niños sean a pesar de su corta edad muy perceptivos ya que son totalmente libres a la hora de percibir o recibir un mensaje. Los adultos en la medida que vamos caminando por la vida nos vamos cargando de elementos que lo único que hacen en definitiva es quitarnos espontaneidad y frescura.
La magia, los sueños, la utopía, son ingredientes imprescindibles a la hora de poder practicar la lectura entre líneas, porque quien sueña, vuela o crea es capaz de trascender lo que se puede ver a simple vista, escuchar, percibir o palpar, para así contemplar desde ese lugar especial en el que es posible descubrir algo totalmente diferente.
Leer entre líneas es poder deslizarse por entre los cielos de los deseos, de los anhelos, de los días espejados por el sol, y descubrir con el corazón aún en los días más oscuros y tormentosos un halo de luz en que se vislumbre la esperanza.
El maravilloso mundo de las palabras pone en nosotros de manifiesto, significados, expresiones, emociones y sentimientos de modo que se convierten en importantes herramientas de comunicación.
Desde pequeños aún cuando desconocemos el lenguaje oral o escrito, nos comunicamos a través de los gestos, las miradas, el tono de voz, para ser partícipes de ese diálogo permanente con nuestros semejantes.
Así sin darnos cuenta comenzamos a leer entre líneas, a descubrir detrás de cada gesto, de cada palabra, de cada mirada o de cada suspiro un significado o un cometido.
Leer entre líneas trae aparejado descubrir metáforas, o sumergirse en la mirada humedecida de quien calla, o en el semblante del que sufre, o en la risa luminosa del que agradece. De esta forma los mensajes parecen advertirse por arte de magia.
A largo de la vida este don de leer entre líneas se va acrecentando en la medida que dejamos atrás obstáculos, prejuicios, impedimentos, es decir todo aquello que de alguna manera nos ata o condiciona. Quizás, por eso los niños sean a pesar de su corta edad muy perceptivos ya que son totalmente libres a la hora de percibir o recibir un mensaje. Los adultos en la medida que vamos caminando por la vida nos vamos cargando de elementos que lo único que hacen en definitiva es quitarnos espontaneidad y frescura.
La magia, los sueños, la utopía, son ingredientes imprescindibles a la hora de poder practicar la lectura entre líneas, porque quien sueña, vuela o crea es capaz de trascender lo que se puede ver a simple vista, escuchar, percibir o palpar, para así contemplar desde ese lugar especial en el que es posible descubrir algo totalmente diferente.
Leer entre líneas es poder deslizarse por entre los cielos de los deseos, de los anhelos, de los días espejados por el sol, y descubrir con el corazón aún en los días más oscuros y tormentosos un halo de luz en que se vislumbre la esperanza.
El corazón tiene el don de percibir a través de su palpitar todo aquello que se manifiesta más allá de las palabras, de las explicaciones, porque a través de su sensibilidad es capaz de vibrar delicadas sintonías para entonces percibir entre líneas lo que hasta ahora no había sido posible captar.
Andrea Calvete