LA LEYENDA DEL HILO ROJO
Según una antigua leyenda oriental un hilo rojo invisible, fuerte y suave conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar, contraer o enredar pero nunca se romperá, quizás un aroma sea el causante de un encuentro, la pérdida de un ómnibus, o el haberse quedado dormidos, o llegar tarde al trabajo, o quedarse distraídos absortos en la nada, o un mero encuentro laboral o una reunión a la que no pensábamos asistir. Lo cierto es que el hilo rojo del destino se las ingenia para que sus propósitos sean cumplidos.
Las leyendas figuran como parte de ese colectivo de creencias que se van trasladando en el tiempo, con elementos fantásticos que son aderezados según la narración oral incorporada de familia en familia, de siglo en siglo.
Más allá de las leyendas que recorren la tradición oral y escrita, el mundo de las causas obedece a las razones, mientras que la energía despliega su vigor y magnetiza sin explicar, ni pedir permiso. Y así, quedan perdidas las pupilas, pero se encuentran en un punto en el que ya no es posible retroceder, en el que sobran las palabras y se posan los sentimientos. Renacen con ellas los días, a pesar de la grisácea mirada de la cotidianidad que abruma las horas.
Atrapados por su magnetismo y encanto se tropiezan los seres, de allí en más un torrente de emociones se desata dispuesto a existir aunque no haya motivos o causas, aunque sí las hay, sólo es cuestión de descubrirlas.
No han llegado allí por mera casualidad, les ha introducido con astucia y desenfado la causalidad, con elegancia y delicada magia, con la sutileza que sólo ella desprende para conquistar con desenfado y simpatía. Como manantial inagotable seguirá causando mil y una razón por la cual una persona se encontrará con otra, en una suerte de efecto dominó. Sin embargo, ella fingirá no haber estado involucrada en el hecho, para que finalmente cada uno descubra el porqué de su aparición repentina.
Como al pasar, dará cabida a la casualidad para quien no confíe del todo en ella logre en lo fortuito un sustento verdadero.
Así se enfrentará la casualidad para quitar mérito a lo que la causalidad con trabajo minucioso ha venido trabajando, y le hará sentir que su tarea es inoperante, porque a su entender no hay hilos que se tejan o manejen, por el contrario una suerte fortuita es la que une todo gracias a su laboriosidad y esmero.
Del mismo modo quienes caminamos por la vida defenderemos a ambas, o por el contrario diremos que una de ellas tiene más peso en nuestro recorrido.
Si nos ponemos a pensar algunos hechos confusos y extraños que se presentan cuando nos tropezamos con alguien que no soñábamos conocer o al menos que se nos cruzara en el camino, allí comienzan a tejerse hipótesis, conjeturas, intentamos atar cabos y ver por qué esa persona llegó a nuestras vidas.
Pero dejando de lado la dialéctica que se establece entre la casualidad y causalidad, retomo la leyenda del hilo rojo, quien decido a realizar su tarea se viste solemne, busca en su guardarropa antiguos trajes con olor a naftalina y humedad, cree que es la mejor forma de entrar en contacto con dos seres que atesoran respetar horarios y cumplir ciertas formalidades. Entonces, se peina con gomina y un perfume penetrante le abre camino. Sin embargo, cuando decide conectar a dos bohemios improvisa coloridos atuendos y se perfuma con notas silvestres, sabe que para ellos lo importante será despeinar al momento con la mayor informalidad posible. Desde luego, conecta a cualquier tipo de persona no le importa demasiado si compatibilizan o no, pues confía que a la larga su propósito de encontrarlas tendrá un verdadero sentido, más allá de que a primera vista parezca incomprensible.
Quién no se ha encontrado con alguien que no esperaba que llegara a su vida ni por sueños, una persona a la que jamás había visto y con la que tendría escasísimas posibilidades de cruzarse. ¿Casualidad o causalidad? En principio, difícilmente aparezca una respuesta, más pasado el tiempo el rompecabezas comienza a encajar para develar las causas por las que esta persona ha llegado a esa puerta.
Pero la leyenda sigue recorriendo el tiempo, mientras “Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”, de allí la importancia de conocerla y poder descubrir quien se ha unido a través de este hilo invisible que nos une más allá de cualquier tipo de explicación racional y posible.
Andrea Calvete
Las leyendas figuran como parte de ese colectivo de creencias que se van trasladando en el tiempo, con elementos fantásticos que son aderezados según la narración oral incorporada de familia en familia, de siglo en siglo.
Más allá de las leyendas que recorren la tradición oral y escrita, el mundo de las causas obedece a las razones, mientras que la energía despliega su vigor y magnetiza sin explicar, ni pedir permiso. Y así, quedan perdidas las pupilas, pero se encuentran en un punto en el que ya no es posible retroceder, en el que sobran las palabras y se posan los sentimientos. Renacen con ellas los días, a pesar de la grisácea mirada de la cotidianidad que abruma las horas.
Atrapados por su magnetismo y encanto se tropiezan los seres, de allí en más un torrente de emociones se desata dispuesto a existir aunque no haya motivos o causas, aunque sí las hay, sólo es cuestión de descubrirlas.
No han llegado allí por mera casualidad, les ha introducido con astucia y desenfado la causalidad, con elegancia y delicada magia, con la sutileza que sólo ella desprende para conquistar con desenfado y simpatía. Como manantial inagotable seguirá causando mil y una razón por la cual una persona se encontrará con otra, en una suerte de efecto dominó. Sin embargo, ella fingirá no haber estado involucrada en el hecho, para que finalmente cada uno descubra el porqué de su aparición repentina.
Como al pasar, dará cabida a la casualidad para quien no confíe del todo en ella logre en lo fortuito un sustento verdadero.
Así se enfrentará la casualidad para quitar mérito a lo que la causalidad con trabajo minucioso ha venido trabajando, y le hará sentir que su tarea es inoperante, porque a su entender no hay hilos que se tejan o manejen, por el contrario una suerte fortuita es la que une todo gracias a su laboriosidad y esmero.
Del mismo modo quienes caminamos por la vida defenderemos a ambas, o por el contrario diremos que una de ellas tiene más peso en nuestro recorrido.
Si nos ponemos a pensar algunos hechos confusos y extraños que se presentan cuando nos tropezamos con alguien que no soñábamos conocer o al menos que se nos cruzara en el camino, allí comienzan a tejerse hipótesis, conjeturas, intentamos atar cabos y ver por qué esa persona llegó a nuestras vidas.
Pero dejando de lado la dialéctica que se establece entre la casualidad y causalidad, retomo la leyenda del hilo rojo, quien decido a realizar su tarea se viste solemne, busca en su guardarropa antiguos trajes con olor a naftalina y humedad, cree que es la mejor forma de entrar en contacto con dos seres que atesoran respetar horarios y cumplir ciertas formalidades. Entonces, se peina con gomina y un perfume penetrante le abre camino. Sin embargo, cuando decide conectar a dos bohemios improvisa coloridos atuendos y se perfuma con notas silvestres, sabe que para ellos lo importante será despeinar al momento con la mayor informalidad posible. Desde luego, conecta a cualquier tipo de persona no le importa demasiado si compatibilizan o no, pues confía que a la larga su propósito de encontrarlas tendrá un verdadero sentido, más allá de que a primera vista parezca incomprensible.
Quién no se ha encontrado con alguien que no esperaba que llegara a su vida ni por sueños, una persona a la que jamás había visto y con la que tendría escasísimas posibilidades de cruzarse. ¿Casualidad o causalidad? En principio, difícilmente aparezca una respuesta, más pasado el tiempo el rompecabezas comienza a encajar para develar las causas por las que esta persona ha llegado a esa puerta.
Pero la leyenda sigue recorriendo el tiempo, mientras “Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”, de allí la importancia de conocerla y poder descubrir quien se ha unido a través de este hilo invisible que nos une más allá de cualquier tipo de explicación racional y posible.
Andrea Calvete