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AL ENCUENTRO DE UN RINCÓN


Me recuesto en un rincón especial, en compañía de un té disfruto los perfumes de la tarde, los ruidos de las inmediaciones. Me dejo abrazar por la brisa y el cielo celeste, los colores, aromas y sabores del otoño, que despiertan mis sentidos y me distiendo.

Ese rincón especial está al alcance de todos, es ese lugarcito del hogar, del balcón o de una habitación en el que nos permitimos ser.

El simple hecho de abrir una ventana y dejar que el aire y el sol la atraviesen es una inmensa bendición, que seguramente hasta ahora no la valorábamos debidamente, pero estos días nos han permito gozar de “aquellas pequeñas cosas” como diría Serrat.

En ese rinconcito especial, podemos disfrutar de una taza de té o de café, o de un mate bien amargo, en silencio o compañía de una linda música, abiertos a los perfumes y colores de la naturaleza, a la belleza de ese momento en el que decidimos premiarnos, mimarnos hacer esa pausa tan merecida y deseada, dejando las preocupaciones de lado, y las prisas para después.

En este rincón podemos permitir que los ocres, rosas y naranjas se unan a pálidos celestes pasteles, para deleitar nuestras pupilas con una fiesta de colores, donde las nubes blancas se tiñen de las tonalidades del atardecer con un ritmo lento y sugestivo.

En la medida que vamos disfrutando de este espacio, va cayendo la tarde, y aparecen los grillos y luciérnagas que iluminan como luces intermitentes los rincones más oscuros.

Las fragancias de las flores impregnaron el aire de frescura y paz, así en compañía de nuestro mate o café logramos desconectarnos de todo lo que le nos preocupa, para estar allí con nosotros mismos, disfrutando de nuestro yo más profundo.

Unos minutos de relax en un lugar en el que nos sintamos a gusto es un privilegio para nuestros sentidos, para poder dejar atrás por unos instantes los problemas, para que la mente logre trascender lo superfluo y conectarse con lo profundo e interno.

Así un atardecer puede ser un lugar lleno de paz y armonía, bajo un cielo cargado de estrellas que empiezan a apoderarse de toda su superficie para dar cabida a la noche que está por llegar.

Pero más allá, del momento en el día, ese rinconcito especial en el que escribimos, pensamos, pintamos, leemos, o simplemente nos distendemos, tiene esa particularidad que nos deja ser y estar en paz y en armonía, de modo de hallar ese equilibrio por momentos tan necesario, pero a su vez tan lejano.

Me recuesto en un rincón especial, en compañía de un té disfruto los perfumes de la tarde, los ruidos de las inmediaciones. Me dejo abrazar por la brisa y el cielo celeste, los colores, aromas y sabores del otoño despiertan mis sentidos y me distiendo.

Andrea Calvete








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