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¿SOMOS LO QUE PENSAMOS?

Sin darnos cuenta, constantemente nuestro pensamiento se manifiesta en palabras, en modos de actuar. Esas acciones nos describen, y algunas veces somos víctimas de ellas sin darnos cuenta.

¿Por qué se preguntarán somos víctimas sin darnos cuenta? Porque los mayores enemigos somos nosotros mismos poniendo en nuestra boca o en la mente pensamientos negativos que perjudican nuestro estado anímico y por ende nuestro cuerpo, negándonos la posibilidad de cambiar o buscar alternativas para dejar de sufrir.

No debemos olvidar que las palabras son acciones, y desde luego que lo son, cada una provoca un efecto inmediato y poderoso, por eso también está en cada uno el valor que le adjudiquemos a cada una de ellas.

Las palabras tienen un inmenso poder de acción: corren, saltan, vuelan, abrazan, acarician, castigan, veneran, azotan, besan… son la materia prima de la vida, el sabor de cada momento, la energía que nos guía. Algunas desde el silencio más profundo emanan desde el alma para abrazar aquellos seres con quienes nos comunicamos de una manera diferente y especial.

El lóbulo prefrontal de nuestro cerebro es el que ejecuta las acciones, el que planifica los comportamientos cognitivos y las expresiones de nuestro comportamiento. Ahora les pregunto: ¿Cuántas veces al día nos negamos a poner en práctica acciones, decimos no puedo tal cosa, no soy capaz de tal otra, no tengo ánimo de nada, no alcanzaré la meta, esto o aquello es imposible de realizar?

En realidad nuestro estado anímico nos lleva a realizar estas afirmaciones, pero lo que nos damos cuenta que lo que el pensamiento determina el cerebro de alguna manera lo manifiesta, y así finalmente no podemos concretar estas acciones. A su vez esto, trae aparejado mal estar y disconformidad en nuestro organismo, por lo que generalmente termina enfermo.

La ciencia que estudia cómo se conectan el pensamiento, las palabras, la mente y la fisiología de las personas es la Psiconeuroinmunología. De allí la importancia de nuestros pensamientos y palabras, que son disparadores energéticos de nuestro organismo.

Se ha demostrado a través de diversos estudios, que el pensamiento negativo repercute en nuestro sistema inmunológico, baja nuestras defensas. En la actualidad las personas vivimos agobiados por el trabajo, por jornadas muy extensas, por muchísimas responsabilidades que cumplir, lo que nos lleva a dos situaciones que se denominan estrés y distrés.

Estar estresado se asocia normalmente a trastornos como ansiedad, insomnio, irritabilidad, cansancio, depresión. Sin embargo cabe distinguir entre el estrés positivo, denominado "eustrés”, y el negativo, denominado "distrés". El estrés positivo abarca todos aquellos estímulos que como resultado nos mantienen "vivos", que si bien nos pueden causar alegrías o tristezas, sin embargo repercuten en una buena salud.

Sin embargo, el distrés, se puede describir como una sensación de agobio permanente, lo que produce cambios hormonales y cerebrales, repercusiones en nuestro sistema de salud, que se ve perjudicado porque nuestras defensas bajan, y entonces el primer virus o bacteria que anda en aire entra en nuestro cuerpo.

Y como las palabras son acciones debemos cuidarlas a la hora de expresarlas o pensarlas, porque sin querer se van convirtiendo en decretos que quedan grabados en nuestro cerebros, a tal punto de que llegamos algunas veces a convencernos que no somos capaces de terminados fines, por esa constante negación que predeterminamos en el uso de las palabras o en los pensamientos mismos.

Por ello, es de vital importancia ser muy cuidadosos a la hora de pensar y hablar, porque a través de esos pensamientos y palabras nuestro proceder se manifiesta, por lo tanto si somos positivos, optimistas las jornadas, la vida misma es muy diferente que para la persona que todo lo ve imposible y se da por vencida antes de intentarlo.

Y para responder ¿somos lo que pensamos?, deténganse un momento a recordar cuando vemos el día maravilloso, o sentimos que la vida nos sonríe, nuestro humor y nuestro ánimo están estupendos, el cuerpo parece desbordar de dinamismo. Por el contrario, cuando estamos mal todo parece venirse abajo. Por lo tanto, pensemos de modo que lo que queremos, anhelamos o deseamos pueda concretarse, la buena energía en nuestro organismo la promovemos nosotros mismos a través de nuestros pensamientos y palabras.

Quien logra afrontar un día, con humor, con una sonrisa, posiblemente ilumine sus pensamientos, provoque las mejores palabras, y despliegue una energía magnética y contagiosa, buena para él y para quienes le rodean.

Andrea Calvete



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